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viernes, 22 de julio de 2016

LOS RENACIDOS




 Las 17h del día 20 de julio, más de 50º al sol en plena Serena, no se oyen cantar ni las chicharras, la ola de calor sahariana a transformado estos secarrales precisamente en eso…prácticamente un desierto inhabitable. En ese preciso momento surgen del montón de paja al que habíamos trasladado aquellos pollos poco menos que sentenciados a morir, como tres aves fénix, los tres magníficos jóvenes cenizos, renacidos una y mil veces en las pocas semanas de vida que aún les asisten, en un argumento igual o más dramático que el representado en la película del mismo nombre y protagonizada por Leonardo DiCaprio.
  La historia comienza en un trigal de poco más de una hectárea, ubicado al sur del Embalse de Orellana, allí pone sus cuatro huevos la aguilucha, apenas en un pateadero, porque ya sabéis lo poco complicada que es esta especie a la hora de hacer nido, otra cosa son las necesidades que seguramente requiere la especie, en lo cual como es natural son verdaderos expertos: buenos posaderos para vigilar el nido, pastizales cercanos para buscar alimento, tranquilidad…, la elección de la fecha por esta pareja, seguramente por alguna incidencia sobrevenida, sin duda la más letal para la reproducción de los cenizos, el 6 de junio se encuentra en fase de huevos cuando comienzan a volar muchos de sus congéneres en otros nidos, todo un hándicap para que lleguen a buen puerto los proyectos de perpetuación de esta pareja, se cruzara por medio lo más crudo del verano y sobre todo el campo quedara agostado y sin recursos en la fecha tan tardía en que se prevé el vuelo de los jóvenes.


  Cuando se produce la siega el 28 de junio, los pollitos apenas cuentan alrededor de 10 días de edad, a esas edades permanecen relativamente quietos en el nido, al paso de la cosechadora, nos encontramos vigilantes, pero podéis imaginaros el terror al paso de semejante mastodonte que rompe la tranquilidad en la que vivían desde sus pocos días, y sobre todo el desamparo en el que ha quedado su “vivienda” tras la brutal siega, rodeados por unos metros de espigas y unas tiras de paja, lo que antes era para ellos un pastizal enorme y seguro.


  La hembra siempre solicita aporta pequeñas raciones de alimento que consigue en el entorno del nido, y que sirven para ir parcheando el hambre en tanto llega el macho con presas más contundentes. En ocasiones cuando llegan los papas con la comida, aparece el “pirata” del Milano negro, que tras persecución insistente de los progenitores consigue que estos suelten la presa, parasitando su trabajo para sacar adelante a nuestros protagonistas.
  A los pocos días, llega otro de esos momentos críticos para los pequeñuelos…la empacadora; igual de letal que la cosechadora, si los jóvenes aguiluchos han decidido salir del nido y esconderse bajo las hileras de paja, inmisericordemente serán atrapados y formaran bolas de plumas incrustadas en las alpacas. Este es el caso, tenemos que retirar los pollos a su paso, están en esa edad peligrosa en la que su inquietud les juega esas malas pasadas. A continuación quedan si cabe más indefensos, ya solo les queda el manchón de espigas alrededor del viejo nido, y aún les faltan algo menos de dos semanas para iniciar sus vuelos.
  El 12 de julio, recibimos otra mala noticia, en breve tienen que meter el ganado en la hoja del rodal (las fechas obligan a meter las ovejas en los rastrojos, o comprar piensos, todo se empieza a secar irreversiblemente…); tras estudiar las inmediaciones comprobamos que existe una parcela a escasos 20 metros cuya paja no fue recogida porque se encuentra mojada por debajo, debido al fuerte granizo que cayó en la tormenta de primeros de julio, ¡¡¡pobres aguiluchos, hay que imaginarlos no solo superando las dos olas de calor que llevamos en julio, sino también las fuertes tormentas de granizo que cayeron en la zona, todo un reto a su supervivencia!!!.


  Trasladamos los pollos, a 8-10 días de volar, a un nido artificial conformado por una montaña de paja, con una abertura en lo alto para que pueda acceder la madre con las cebas; el sitio parece ideal, hay una linde con pasto que les servirá para completar su desarrollo e iniciar los vuelos, si lo permiten zorros, perros, meloncillos, milanos negros, jabalíes, águilas calzadas, búhos reales…, y un largo etcétera de posibles predadores que por esas fechas ya encuentran escasez de alimento en el campo.


  Por fin, el 20 de julio y tras muchas peripecias nuestros amiguitos ya vuelan, unos mejor y otro peor, aún permanecerán en el entorno de su área de cría otras 2-3 semanas perfeccionando su vuelo y aprendiendo a cazar. Desgraciadamente aquí no acaban sus problemas, ahora es el momento de los accidentes, no pocos jóvenes se estampan contra los vallados ganaderos, contra tendidos eléctricos e incluso contra vehículos; se pueden ahogar en charcas, y además su vuelo torpe invita a muchos predadores a capturar una presa fácil.


  El Aguilucho cenizo necesita una productividad alta para reponer las muchas bajas que sufre a lo largo de su periplo vital, también la migración transahariana presupone un importante sumidero de jóvenes; esta productividad no se produce todos los años, desgraciadamente cada vez son menos, las primaveras secas, los ciclos de siega en cereales cada vez más cortos (lejos quedan los tiempos en que muchos pueblos celebraban en las fiestas de agosto el final de la siega), la falta de alimento, y sobre todos ellos la pérdida de su hábitat conforman un panorama desalentador. Estos hábitats ligados a la agricultura en secano son cada vez menos valorados por los agricultores, su baja productividad les hace ser poco menos que estorbos en su bolsa económica, y por desgracia tampoco medioambientalmente se valoran debidamente, así nos encontramos con especies ligadas a estos medios que en poco tiempo han pasado a situarse al borde de la extinción, como el caso de los cenizos, y por ejemplo el Sisón, especie que no hace mucho era significativamente numerosa.


  2016 ha sido un buen año para los aguiluchos cenizos en esta zona, con una productividad próxima a 1’8, muy por encima del 1’3-1’4 que necesitan para reponer sus poblaciones, todo ello gracias a un voluntariado muy sacrificado, una aportación parca por parte de la Administración, y por suerte una sensibilización cada vez más asentada en los colectivos de agricultores; aún estamos lejos de su salvación, pero al menos este año si podemos hablar de “los renacidos”.


 


2 comentarios:

  1. Emocionante el relato, presintiendo lo peor y al final pones un poco de dulzura en el menú. Yo también me uno a las inmensas gracias a las personas que incansablemente luchan por preservar esta especie, incansables luchadores por el bien supremo de nuestra madre naturaleza. Gracias Manolo!!!!

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    1. Amiga Paloma; desgraciadamente el relato es fiel reflejo de las situaciones que viven los pollos de cenizo en sus nidos hasta el momento en que nos abandonan, toda una carrera contra el reloj. Un abrazo

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