Corría el año 1993,
cuando aquel grupo de ornitólogos pertenecientes a la sección de zoología de
Adenex, realizamos el primer censo regional de Aguiluchos en Extremadura, cuyos
datos vieron la luz en el Congreso de Aguiluchos celebrado en Orellana la Vieja
en 1995.
Los datos
correspondientes a las dos especies de aguiluchos en la región, hablaban muy claramente de dos
situaciones opuestas, los cenizos campaban por buena parte de nuestro
territorio, el censo que abarcaba algo menos del 50% de las áreas adecuadas
aglutinaba cerca de 600 parejas, estimándose el número real en una cantidad
superior a las 1000 parejas.
El Lagunero apenas
empezaba a verse por la región fuera de época invernal, comenzaba una nueva andadura
reproductora en Extremadura, y precisamente en el entorno de Orellana se
localizaban las primeras 5 parejas reproductoras en los años 1993 y 1994.
Un cuarto de siglo
atrás, esta era la situación, aunque en el cenizo ya se observaba una
importante problemática derivada de la siega mecanizada, pero aún no eran pocos
los años de primaveras lluviosas que permitían buenos datos de reproducción,
eso sí, ya irreversiblemente ligados a campañas de salvamento de nidos y
pollos. Los laguneros eran testimoniales, los cultivos de regadío aún no habían
aumentado en una forma exagerada, y la especie campaba mucho más en época
invernal.
2006 es la fecha del
censo nacional de Aguilucho cenizo, realizado en la comunidad de Extremadura
por el Grupo Extremeño de Aguiluchos, en esta ocasión el censo es realizado
nuevamente en el 50% de la región, precisamente donde se hacen campañas de
conservación por parte de dicho grupo, y el resultado final próximo a las 800
parejas, estimándose nuevamente en más de 1000 parejas el censo real, nos
indica una gran estabilidad de la especie, fruto de las intensas campañas de
manejo realizadas por el GEA y financiadas por la Junta de Extremadura, con un voluntariado
fuerte y muy implicado, si bien las mil parejas que se estimaron parecían
excesivas en tanto en cuanto es una especie que en las zonas donde no se
realizan campañas de manejo y salvamento, no prospera. El Aguilucho lagunero por esas fechas, continúa
una línea ascendente ya imparable, su distribución es como una mancha de aceite
que se va repartiendo por muchos puntos de la región, rondando el centenar de
parejas.
La última década fue
demoledora para los cenizos, igual que otras especies ligadas a los medios
esteparios su derrumbe fue manifiesto, las poblaciones se atomizaron en los
últimos reductos donde coincidían medios esteparios aún bien conservados junto
con intensas campañas de conservación; desapareciendo en aquellos lugares donde
no se conjugaron ambos aspectos, unas veces derivado de los cambios del secano a
regadío, o incluso su transformación en enormes centrales termosolares o
fotovoltaicas; buena parte de la provincia de Cáceres quedo al margen del
voluntariado para los manejos de la especie, con la consiguiente rarefacción y
casi extinción de los cenizos. También asistimos a los coletazos del cambio climático,
con cada vez más frecuentes primaveras secas, que conllevan muchos aspectos
negativos para la especie: presión predadora, aumento del henificado y siegas
tempranas, temperaturas elevadas con inusitadas mortandades de pollos en nidos,
falta de recursos alimenticios, aprovechamiento intensivo de las rastrojeras…
La política
conservacionista de la Junta de Extremadura es totalmente inadecuada, dando
bandazos e improvisando formulas poco atractivas para los
agricultores/ganaderos , y poco beneficiosas para la especie, tal vez esperando
que la especie se encuentre al borde de la extinción para actuar con sentido
común (paradójicamente el menos común de los sentidos en los que gobiernan
nuestro medio ambiente).
El Aguilucho
lagunero, al amparo de la imparable creación de nuevos regadíos, se expande
notablemente, criando en charcas ganaderas y de riego, cunetas y charcones al
borde de canales y acequias, riberas fluviales de ríos y arroyos, cultivos de
cereal, franjas de vegetación palustre repartidas aquí y allá al amparo de las
frecuentes perdidas de agua de riego…, muchos de ellos en aumento, y con
perspectivas desmesuradas de crecimiento. La mayor frecuencia de primaveras
secas incluso parece beneficiarlos al evitar fluctuaciones importantes en los
niveles de agua. Sin duda se está convirtiendo en una de las rapaces más
abundantes en buena parte de Extremadura donde campan los cultivos de regadío.
2017 es el resultado
final de toda la coctelera de circunstancias anteriormente descrita, un año de
sensaciones amargas con los cenizos, con un mes de junio que quedara en el
recuerdo por la impotencia que produce visitar los nidos manejados de la
especie viendo muchos pollos y jóvenes muertos por la inusitada ola de calor,
un desencanto por parte de los agricultores y propietarios por la falta de
ayudas adecuadas para la conservación de aves esteparias; la sensación final de
ver que se nos acaban las aves esteparias por causas evitables y por otras que
de momento no tienen solución como es el cambio climático. Los laguneros
tuvieron un buen año por aquí, de los mejores que conozco, los cenizos el peor;
luego los censos seguirán hablando de cómo el lagunero doblo su número de
parejas y como el cenizo se redujo a la
mitad, a fin de cuentas: suma, resta y sigue.