El pasado viernes asistí a uno de esos espectáculos que nos brinda la naturaleza una vez al año y que son dignos de ver: un paso migratorio de varios miles de grullas, que aprovechaban la mañana soleada para retomando una imaginaria autopista que recorría la Zona Centro a través de los alrededores del río Ruecas, se adentraba en las Villuercas para desde allí, dirigirse hacia su habitual ruta noreste.
Otras agrupaciones venían de áreas situadas más al sur, entre estos grupos no eran raros los formados por Ánsares comunes, aunque estos volaban bastante más alto con la dirección bien definida, y sin los movimientos algo erráticos y nerviosos de las grullas.
La confluencia de las grullas viene a ser la misma, y sin duda el lugar de parada elegido (Gallocanta, Sotonera o el sur de Francia) ese mismo anochecer o a la mañana siguiente traerá consigo un incremento sustancial en su número de aves.
Era hermoso ver como llegaban los bandos desde aproximadamente las 10 de la mañana, en agrupaciones todas ellas relativamente nutridas (entre 100 y 300 aves), con escasos márgenes de tiempo entre los diferentes grupos. Su trompeteo era si cabe más sonoro y constante que suele ser habitual, anunciando a las aves que aún permanecían en el suelo, que ya llego la hora del regreso.
A partir de las 13-14h, el flujo de aves comenzó a disminuir, y algunos grupos en vez de continuar con la ruta, bajaban y se reunían con las grullas que tranquilamente se alimentaban en los rastrojos de arroz, quizá con idea de descansar, comer algo y continuar con su ruta algún día después.
Estos acontecimientos tienen lugar en los últimos años alrededor del día 20 de febrero, en función de las condiciones climatológicas, en años previos e visto pasos de este tipo anteriores al 15 de febrero, cierto que desde finales de enero existe ya paso migratorio, pero suele ser bastante menos pronunciado, casi imperceptible sino fuera porque comienzan a aparecer nuevas grullas marcadas que no se habían visto previamente.
Mañanas soleadas con el paso tan abundante y constante, indican que en una semana si el tiempo no lo impide, quedaran poco más o menos que residuos de lo que fue la invernada, pocas remolonas aguantaran hasta primeros de marzo.
El paso migratorio postnupcial es mucho menos visible y las aves arriban de manera más anárquica, extendiéndose como una mancha de aceite con el transcurrir de los días y semanas entre octubre y noviembre.
Comentaba con mi amigo Ángel que me acompañaba en ese momento, al hilo de la marcha de las grullas, el gran vacío que dejan en los campos de la Zona Centro, donde resultan ser un elemento vital tan habitual, sobre todo para los que tenemos la fortuna de convivir con ellas.
Otras agrupaciones venían de áreas situadas más al sur, entre estos grupos no eran raros los formados por Ánsares comunes, aunque estos volaban bastante más alto con la dirección bien definida, y sin los movimientos algo erráticos y nerviosos de las grullas.
La confluencia de las grullas viene a ser la misma, y sin duda el lugar de parada elegido (Gallocanta, Sotonera o el sur de Francia) ese mismo anochecer o a la mañana siguiente traerá consigo un incremento sustancial en su número de aves.
Era hermoso ver como llegaban los bandos desde aproximadamente las 10 de la mañana, en agrupaciones todas ellas relativamente nutridas (entre 100 y 300 aves), con escasos márgenes de tiempo entre los diferentes grupos. Su trompeteo era si cabe más sonoro y constante que suele ser habitual, anunciando a las aves que aún permanecían en el suelo, que ya llego la hora del regreso.
A partir de las 13-14h, el flujo de aves comenzó a disminuir, y algunos grupos en vez de continuar con la ruta, bajaban y se reunían con las grullas que tranquilamente se alimentaban en los rastrojos de arroz, quizá con idea de descansar, comer algo y continuar con su ruta algún día después.
Estos acontecimientos tienen lugar en los últimos años alrededor del día 20 de febrero, en función de las condiciones climatológicas, en años previos e visto pasos de este tipo anteriores al 15 de febrero, cierto que desde finales de enero existe ya paso migratorio, pero suele ser bastante menos pronunciado, casi imperceptible sino fuera porque comienzan a aparecer nuevas grullas marcadas que no se habían visto previamente.
Mañanas soleadas con el paso tan abundante y constante, indican que en una semana si el tiempo no lo impide, quedaran poco más o menos que residuos de lo que fue la invernada, pocas remolonas aguantaran hasta primeros de marzo.
El paso migratorio postnupcial es mucho menos visible y las aves arriban de manera más anárquica, extendiéndose como una mancha de aceite con el transcurrir de los días y semanas entre octubre y noviembre.
Comentaba con mi amigo Ángel que me acompañaba en ese momento, al hilo de la marcha de las grullas, el gran vacío que dejan en los campos de la Zona Centro, donde resultan ser un elemento vital tan habitual, sobre todo para los que tenemos la fortuna de convivir con ellas.
¿Y tú sabes por qué es así? Por qué vienen gradualmente y se van pitando quedando ese agobiante vacío no solo en los campos sino en el corazón de algunas personas. Por lo que tener el privilegio de verlas es puro azar. Leí que las remolonas suelen ser grullas mayores, que se toman las cosas con más calma.
ResponderEliminar¿Es cierto?
A mi se me hace que se van muy pronto y que vienen muy tarde y que se quedan muy poco. Fijate todo lo que queda para Octubre.
Gracias por contar tu privilegiada expereincia.
Hola Manolo. Enhorabuena por el blog y por compartir en él tus experiencias de campo, son datos de los que se puede aprender mucho, así que es de agradecer. Veo que conoces muy bien a esta especie, muchas gracias por la información de las anillas. Saludos
ResponderEliminar