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sábado, 24 de agosto de 2019

Aves esteparias en el recuerdo



 
Zona de cultivos cerealistas tras la siega.

  Desde siempre me llamaron poderosamente la atención las aves esteparias, participando desde principios de la década de los noventa del siglo pasado en trabajos de censo y seguimiento de las mismas, principalmente para la Asociación ADENEX, y en algunas ocasiones también para SEO, a lo largo de aquellos años.
  Mi zona de trabajo estuvo siempre ligada al entorno del embalse de Orellana, y desde entonces creo conocer con bastante precisión la evolución de las diferentes especies, gracias a la coordinación que desde 1993 realizo en la campaña de salvamento de aguiluchos, que muchas veces no sólo se limita a estas rapaces sino que abarca otras especies ligadas a los medios esteparios.
  De todos es conocida la precaria situación en la que se encuentran estás aves, derivada de los cambios en el uso del suelo, sobre todo la transformación en regadío de sus hábitats, así como también de otros factores que influyen en este proceso de rarificación: siega mecanizada, variedades cada vez más tempranas de cereal, exceso de cabaña ganadera, uso indiscriminado de productos fitosanitarios, modificación de sus puntos de nidificación, aumento de vallados y tendidos eléctricos inadecuados, eliminación de los barbechos de larga duración… ,todo ello magnificado por el cambio en el clima en los últimos tiempos, con primaveras generalmente poco lluviosas, veranos cada vez más prolongadas, y una ausencia ya casi crónica de otoñada.
  La Administración medioambiental autonómica, lejos de buscar soluciones a la grave problemática de este grupo de especies, deja languidecer las mismas, fomentando la casi extinción de la langosta en las zonas esteparias, acabando con el plancton del cual se alimentan mayoritariamente estas aves.

Hembra de Aguilucho cenizo en posadero.

  El Aguilucho cenizo (Circus pygargus), es la especie cuya evolución mejor conozco, paradójicamente sus poblaciones son las únicas que se han mantenido a nivel global en la zona, principalmente debido a la importante campaña de manejo que realizamos desde hace 25 años. Las colonias se han atomizado en un sector determinado al sur del embalse de Orellana gracias a las mencionadas campañas y sobre todo a un mantenimiento casi milagroso de los usos tradicionales en sus cultivos de secano y ganaderos; desapareciendo la especie prácticamente al norte del río Guadiana donde la masificación de regadíos es total. La población fluctúa en función de los diferentes años y sus condiciones climatológicas, observándose una importante afectación en su productividad derivada de la pluviosidad primaveral con las condiciones inherentes que esta conlleva.  La presión predadora con el gran aumento del Jabalí en la zona, la falta de alimento por las extremadas campañas de eliminación de langosta, el aumento de henificado temprano y el insalvable obstáculo que representa el cambio climático serán los factores con los que habrá de enfrentarse la especie en el futuro, todo ello dando por hecho que seguirán activas las campañas de manejo y salvamento de nidos de la especie, y que se mantendrá inalterado su hábitat actual,  todo ello,  cuando menos dudoso.

Manejo de pollos de Aguilucho cenizo al paso de cosechadora.

  En mis años de adolescente, cuando paseaba en bicicleta por los alrededores de Orellana en primavera, era una gozada ver los vuelos de los aguiluchos en sus interminables campos de cereal, como vigilantes cometas aladas, ya no existen allí, sus territorios de cría fueron mayoritariamente transformados en usos agrícolas e industriales intensivos, el progreso.

Hembra de Cernícalo primilla en vuelo de cernido.

  El Cernícalo primilla (Falco naumanni), sin duda es el ave ligada a medios esteparios con el retroceso más severo, cualquier persona mayor de los pueblos de la zona así lo corrobora cuando rememoran las colonias tan nutridas que existían en los edificios antiguos de sus localidades, donde popularmente eran denominados “micales”, y frecuentemente los pollos y juveniles expoliados de sus nidos eran usados como mascotas.

Mechinales tapados en la Iglesia de Casas de D. Pedro

  El retroceso más importante tuvo lugar entre los años 60 y 80, probablemente derivados del uso de fitosanitarios que mermaron sus presas y afectaron a su reproducción, y también del arreglo de muchos edificios y cubiertas donde ubicaban sus nidos, principalmente mechinales de iglesias.

1997, un lateral del Convento de Monjas, se observan casi todos los mechinales ocupados por primillas.

  Cuando inicio mis trabajos con esta especie a lo largo de los años 90, asisto a un aumento de sus poblaciones, que salían del bache importante que significaron los problemas aludidos anteriormente; en aquella época el entorno del embalse de Orellana contaba con colonias urbanas muy nutridas como la Iglesia de Acedera (con más de 80 parejas) o el convento de monjas de Puebla de Alcocer (superando las 150 parejas), existiendo colonias o al menos parejas dispersas en la mayoría de las localidades, incluyendo áreas de regadío como Vegas Altas. Tampoco eran infrecuentes las colonias en casas y establos de campo, con colonias de hasta 15-20 parejas, muy pocas parejas aún situaban sus nidos en cajas nido de torretas de electricidad.

Iglesia de Acedera, previamente a su remodelación.




  Desgraciadamente no duro mucho aquel momento de bonanza, y pronto comenzó un nuevo declive para la especie, dicha disminución tiene varios motivos, de un lado al norte del Guadiana se implementa el plan de regadíos denominado de las Dehesas, que destruye los hábitats de alimentación de diferentes localidades, afectando de lleno a la colonia enclavada en la Iglesia de Acedera. También muchos edificios en localidades son rehabilitados sin tener en cuenta la presencia del halconcillo (la misma Iglesia de Acedera, o las de Campolugar, Puebla de Alcocer y Casas de D. Pedro), estás reformas no solo afectan a colonias urbanas, pues muchas de las colonias rurales son igualmente destruidas por arreglos de cubiertas hasta desaparecer el primilla.

Cubierta de casa de campo con nidos de Cernícalo primilla.

  El convento de monjas en Puebla de Alcocer, es un caso paradójico pues se mantiene en un estado similar al que tenia en los años noventa, e igualmente su hábitat de alimentación es prácticamente el mismo, sin embargo su población a caído en picado, disminuyendo en más del 80%. Sin duda, la hipótesis más plausible para explicar tan brutal caída aquí, es la eliminación de su principal fuente de alimento: la langosta, tras desproporcionadas campañas de control de sus poblaciones.
  El único factor positivo de estos últimos tiempos es el aumento de parejas que crían en cajas nido situadas en líneas eléctricas, aunque en general no se reemplazan las que ya se encuentran deterioradas, y numéricamente son muy pocas.
  Aquellas primaveras y principios de verano de los años 90, era una delicia acercarse al atardecer al Convento de Monjas en Puebla, y ver el revuelo de cientos de cernícalos sobre las ruinas de aquel edificio, siguiendo con curiosidad sus entradas y salidas en los diferentes nidales y posaderos que lo jalonaban.

1997. Revuelo de primillas al atardecer, en el convento de Monjas en Puebla de Alcocer.

  La Avutarda (Otis tarda), siempre fue el ave emblemática de los medios esteparios, de la que cualquier agricultor, cazador o ganadero te cuentan mil y una anécdotas sobre nidos, costumbres, cacerías u otros matices. En aquellos años 90 existían al menos cuatro áreas de apareamiento (Leks, en el mundillo ornitológico), y cada una de ellas contaba con entre 15 y 20 machos, alrededor de las cuales deambulaban las hembras eligiendo al macho que consideraban más adecuado para procrear. El pasar de los años, hasta el momento presente a permitido conservar esas cuatro áreas de celo, otra cosa es el número de machos que se exhiben en ellas, en todos los casos con cifras inferiores a los 10 ejemplares, y en varios de ellos más próximos a los 5, con reducciones próximas al 50% en la población de dicha especie, cifras inasumibles para la preservación de la “Avetarda” como la denominan los lugareños.

Lek de Avutardas, abril de 1998.

  Peor aún les ha ido como invernantes en la zona, entre las localidades de Acedera y Madrigalejo, se encontraba una de las más importantes zonas de sedimentación invernal, con concentraciones próximas a las 200 aves; números impensables en el momento presente cuando apenas languidecen poco más de medio centenar de estas aves, adaptadas al rastrojo de maíz, girasol y trigo, pero cada vez más  rodeadas de olivares superintensivos que acabaran con el poco hábitat adecuado que las queda.

Lek de Avutardas en la actualidad, rodeado de olivares superintensivos.

  La intensificación agrícola al norte del Guadiana a reducido notablemente la presencia de esta especie, la caza furtiva seguramente no es superior a la existente en décadas precedentes, y al sur del Guadiana el hábitat es prácticamente el mismo, si bien aparecen factores negativos como la proliferación de vallados y tendidos peligrosos, el sobrepastoreo, la siega y el henificado cada vez más tempranas que afectan a un porcentaje importante de sus nidos, el arado de barbechos también elimina nidos de esta especie, y nuevamente la eliminación radical de la langosta aparece como una de las principales motivaciones en la rarefacción de las Avutardas.
  Vienen a mi recuerdo aquellas brumas invernales en los rastrojos de cereal  próximos a Acedera, donde se podían ver varios “rebaños” juntos pero no revueltos, de diferentes especies ocupando el mosaico de parcelas: Avutardas, Grullas y ovejas pastoreando en una misma imagen, cada vez más difícil de repetir.

Macho de Sisón con plumaje nupcial.

  El Sisón (Tetrax tetrax), o “asison” como lo denominan los lugareños, era un ave tan común, que sus concentraciones invernales prácticamente cubrían el cielo cuando alzaban vuelo, con un sonido penetrante de siseo multiplicado por mil, que le sobrecogía a uno en aquellas soledades de Esparragosa de Lares, Acedera, Madrigalejo o Navalvillar de Pela, en rastrojos de cereal que incluían dehesas abiertas. En el momento presente resulta difícil ver grupos que superen los 30 o 40 ejemplares, no siendo raros los que ya ni llegan a la docena.

Pequeño grupo invernal de sisones.

  Hecatombe similar la ocurrida en sus zonas de apareamiento, donde en los años 90, no solo se situaban en áreas esteparias de pastizales y siembras, también en dehesas escasas de arbolado;  era común observarlo, y en densidades impensables en el momento presente, podías realizar estaciones de escucha y controlar 5-6 machos diferentes con sus característicos reclamos. En el presente es una especie extinguida al norte del Embalse de Orellana, como reproductora, y su disminución al sur de dicho embalse ha sido muy notable, en la línea del resto de su área de distribución, con cifras superiores al 70-80%. Las causas de su rarefacción son prácticamente las mismas que en el caso de la Avutarda, la eliminación de barbechos de larga duración de los últimos años, sin duda también ha repercutido en esta evolución.
  Rememorar cierta excursión con amigos alemanes, en abril de 1997, por el cordel serrano, con sus cámaras fotográficas de grandes objetivos; pensaban previamente la dificultad que conllevaría el fotografiar los machos de Sisón en sus actividades nupciales…, la gran sorpresa que se llevaron al comprobar que los había por docenas en el recorrido y que apenas se inmutaban por nuestro paso en el vehículo, ofreciéndoles oportunidades constantes de fotografiarlos. Hace poco volvieron, y su tristeza por el cambio drástico en la densidad que se había producido con los bonitos machos encorbatados, les descorazono.

Gangas Ibéricas en barbechos.

  El nombre vernáculo que se las da genéricamente en la zona es “cortezas”, se refiere indistintamente a la Ganga Ibérica (Pterocles alchata) y Ganga Ortega (Pterocles orientalis), algo habituales al sur del embalse de Orellana, aunque con poblaciones ya relictas al norte del mismo. En el caso de la Ortega, la disminución de su área de distribución es más pronunciado, pues hasta hace poco era frecuente en las zonas de cultivos cerealisticos de Orellana la Vieja, Acedera, Navalvillar de Pela o Madrigalejo, resultando ya muy escasa en dichas zonas. También al sur del embalse se verifica disminución de esta esteparia, en tanto en cuanto parece que la Ganga Ibérica se mantiene algo más estable.

Grupo de Ortegas al atardecer en dirección a bebedero.

  A finales de los años noventa, tenía localizado un bebedero de la especie en el río Zújar, donde todas las tardes bajaban a beber decenas de Gangas y Ortegas, en un carrusel inacabable de pequeños grupos de tan hermosas aves, paulatinamente fueron disminuyendo y en el momento presente ya no existe aquel bebedero, y los que aún existen son de un volumen mucho menor.
  La Carraca (Coracias garrulus), es una especie muy conocida por los lugareños en la zona, si bien no la conozco nombre vernáculo, algunos ganaderos y agricultores la denominan el pájaro azul por razones obvias.

Carraca en posadero.

  Mi hipótesis acerca de su disminución tiene una triple vertiente: la eliminación de la langosta, los arreglos en las viejas casas de campo donde situaban sus nidos, y los atropellos en carretera. Otros factores seguramente tendrán peso en su actual situación de escasez.
  Al norte del Guadiana existe un aparente vacio de la especie hasta llegar a las inmediaciones del Embalse de Sierra Brava, situación sobrevenida en los últimos años, pues hasta hace poco era común observarlo entre las localidades de Acedera y Madrigalejo, ligadas a zonas con casas en ruina. Al sur del embalse de Orellana, actualmente,  solo conozco su reproducción en cajas nido, con un cierto mantenimiento estos últimos años. Hace 15-20 años conocía en la zona varios nidos en cortijos y casas en ruina de la zona, incluso en colonias de Cernícalo primilla, hoy en día ya desaparecidos.
  Recuerdos imborrables de Carraca son los que nos ofrecían por su abundancia en las viejas casas de la finca del Palazuelo, junto a la carretera que partiendo de la N-430 se dirige a Madrigalejo, donde era habitual verlas posadas en las torres de electricidad a lo largo del verano, y podías sumar fácilmente en el trayecto 4 o 5 de estas bonitas aves.
  Otras muchas aves ligadas a los hábitats esteparios, como alcaravanes, calandrias, terreras, cogujadas o collalbas rubias  me traen recuerdos de mejores tiempos para su evolución y observación en el entorno de Orellana, pero prefiero no alargarme y de momento lo dejaré para una segunda entrada.