Corría la invernada 96/97, Moheda Alta no era ni un atisbo de
lo que ahora representa, ni para bien, ni para mal, eran otros tiempos y soplaban
otros aires. Aquella dehesa de 150 hectáreas aún no sufría aparentemente el mal
de la seca, su encinar gozaba de salud y fortaleza en todo su esplendor, la famosa encina del "Convenio" se
encontraba a escasos 4 o 5 años del final de sus tiempos, y transmitía una efímera
sensación de poder, a lo largo de su
vida... ¡¡cuantas piaras de guarros y de grullas se saciaron con sus frutos!!.
En aquel momento ya estaba remodelada la
carretera que finalmente parece se convirtió en trampa mortal, al formar un
espigón que sin permitir que se drenase de humedades conformaría un vector
insuperable de transmisión de la enfermedad.
Poco pensaba yo, por entonces, en
fotografías y demás zarandajas, más allá de ver y disfrutar de aquel entorno,
aún así conseguí la vieja instantánea que podemos ver, justamente en el lugar
donde ahora se encuentra el Centro de Interpretación, y que además de
mostrarnos el imponente aspecto del arbolado ya atisbaba el carácter de barrera
que ejercía la carretera con enormes charcos en sus bordes.
El encinar tenía un uso tradicional, al
margen del uso lúdico que siempre represento para el pueblo de Navalvillar de
Pela en la celebración de "sus pascuas". Quizá aquel año fue el ultimo que estuvieron allí
los carboneros o piconeros, el invierno lluvioso había hecho un barrizal de sus
caminos, y aquella escena con aquellos hombres pala en ristre sacando barros
que llegaban a la puerta del pequeño panda se quedaron grabadas en mi retina
como grulla anillada en el confín más lejano. Pocos piconeros pude ver después
de aquel año en la Zona Centro, quizás al igual que alguna otra especie alada,
también estén en peligro de extinción, desde luego aquí, hace años ya sin
remedio.
También la dehesa tiene un uso agrícola que
echamos en falta en Moheda Alta, las
siembras adehesadas además del componente económico que conllevan son un
referente de aprovechamiento y uso para muchas especies de la fauna extremeña,
en ellas se reproducen elanios, aguiluchos... y son especialmente requeridas
por las grullas en determinados momentos de la invernada. Finalmente lo que más vida aporta a nuestra
dehesa es el uso que de ella hacen las personas que conviven en sus límites.
En los primeros años del milenio, y dentro
del grupo Naturex tuve la oportunidad de organizar la actividad "Semana de las grullas en
Extremadura", a lo largo de ese periodo de tiempo se realizaban charlas,
exposiciones y como colofón final una paella o migas de la tierra a degustar
junto a la lumbre y en la compañía de amigos y grulleros extremeños bajo las maravillosas
encinas de la finca, que gentilmente nos brindaban desde el Ayuntamiento
peleño. Aquellas reuniones fueron anticipo de lo que
actualmente podemos disfrutar cada año con el Festival de las Grullas que cada
diciembre y de manera institucional se celebra en el mismo lugar que aquellas
primeros eventos, por cierto también contamos entonces con nuestro particular
cuentacuentos.
Estos últimos festivales han traído otras
"especies" voladoras que surcan los cielos del parque, sin duda
compatibles con las que cada otoño nos visitan desde lejanas latitudes, y que
hacen las delicias de chicos y grandes. Quien vio aquellos tiempos y vive los
de ahora, se congratula del éxito que cada año agranda el nombre de Moheda
Alta, espacio que brinda la oportunidad de dar vida a la dehesa, con esos
visitantes y con la posibilidad de activarla en su papel de lugar de encuentro
entre la naturaleza y el hombre.