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viernes, 20 de noviembre de 2020

TIERRA QUEMADA

Encinas quemadas este otoño.

  Tierra quemada es una táctica militar que consiste en destruir todo aquello que pueda servir al enemigo cuando avanza y trata de sobrevivir a través de un territorio, empleada desde la antigüedad, son memorables los ejemplos que ocurrieron en Rusia al intentar ser invadida por los ejércitos napoleónicos en 1812, y posteriormente por el ejército alemán en la segunda guerra mundial en la denominada “operación Barbarroja”, y que ayudaron a evitar la invasión de dicho país.

Rastrojos quemados.


  Si uno mira los campos de las Vegas Altas del Guadiana a finales de verano o principios de otoño (también cada vez con más frecuencia a principios de primavera), la imagen que encuentra podría perfectamente retrotraerle a aquellos episodios bélicos de antaño; las múltiples quemas que se producen no respetan nada, aunque el cometido al que aluden los agricultores cuando las realizan es la eliminación de la paja sobrante que permanece en las cosechas de cereal  tras la siega,  y pese a que es una actividad ilegal encubierta por una permisividad descarada de la Administración, dichas quemas no respetan nada que circunde sus cultivos: arroyos, lindes, pequeños bosquetes, repoblaciones en canales, arboles aislados o dehesas abiertas conocen estos “fuegos purificadores” –denominación que alguno de estos señores dan a sus quemas-, precisamente aquí es donde encuentran su último refugio multitud de animales y plantas, zonas a las que no puede llegar la intensificación agrícola por ser de dominio público y que ellos pretenden gestionar a su libre albedrio.  Extrañamente estos fuegos nunca afectan a sus cultivos de leñosas, sin duda aprendieron como manejar el fuego para luchar contra su enemigo, cuyo nombre es biodiversidad.

  Me imagino los millones de anfibios, micromamíferos, reptiles, insectos, plantas… que sucumben en esa batalla desigual. Batalla cuyo objetivo final es la eliminación de toda forma de vida diferente a la humana y sus necesidades vitales. Lo que no saben es que aunque consigan la victoria, al final seremos los grandes derrotados.

Arroyo totalmente arrasado por el fuego.


  Como botón de muestra sirvan las imágenes que aparecen en la presente entrada y que  cualquiera puede tomar en uno de esos días cuando el humo irrespirable del “fuego bendito” adorna hasta el último centímetro de esos campos, dándoles un aspecto fantasmagórico y de apariencia neblinosa.

Dehesa tras realizarse quemas.


  La vida o lo que quede de ella sigue, y como todos los años han regresado las grullas a sus territorios de invernada, cada vez más reducidos e inseguros. Como parte de esa biodiversidad o enemigo a batir tampoco tienen derecho a refugio, no existe espacio para ellas, la pomposamente llamada red de espacios naturales de Extremadura, no es otra cosa que un mero formalismo, selecciona una serie de lugares teóricamente para conservar la biodiversidad de aves, y en concreto para preservar la invernada de las grullas, para ello se nombro la ZEPA (Zona de Especial Conservación de Aves) de las Vegas del Ruecas, Cubilar y  Moheda Alta.

Las grullas de regreso.


  Si uno visita en el momento presente dicho espacio se da cuenta que los hábitats que dieron lugar a su elección como área de conservación han disminuido de manera sustancial, prácticamente al este de la carretera entre Obando y Guadalupe solo quedan las encinas del parque periurbano de Moheda Alta, y salvo los arrozales de Valdepalacios, el resto del territorio es un olivar superintensivo de enormes dimensiones, que no hace sino crecer de año en año.

  El resto del espacio natural tampoco se salva de la implantación de cultivos de leñosas, emblemáticos lugares para las grullas como lo eran la Vega de Zarzalejo, la Cañada la Culebra, la Vera de Gorbea, la Suerte y la Paridera de Gorbea, y ya también se encuentra abancalada y preparada para recibir estos cultivos algún sector de Las Talarrubias. Un despropósito que ya afecta a un porcentaje significativo de la superficie de dicha ZEPA, y que debiera inducir a la Comunidad Europea a replantearse si realmente este despropósito puede formar parte de la Red Natura.

  Algunas viejas conocidas han ido llegando estos últimos días a la zona, entre otras la grulla polaca de la imagen que  lleva regresando al mismo sector toda esta década, en los dos años anteriores acompañada de sus pollos. También el macho alemán de la otra imagen tiene un historial dilatado de regresos a este sector en los últimos 10 inviernos en compañía de su pareja también anillada, la hembra de esta pareja lleva sin observarse más de un año, aunque es pronto para darla por perdida, fácilmente haya muerto.

Grulla polaca.

Grulla alemana.

 También han permanecido en los arrozales de la zona un grupo de Flamencos rosas (Phoenicopterus roseus) a lo largo de las últimas semanas, especie que no es infrecuente en este tipo de ambientes. Uno de ellos anillado y procedente del Delta del Ebro en Tarragona. 

 

Grupo de flamencos en las Vegas Altas.


Flamenco anillado en el Delta del Ebro.

6 comentarios:

  1. Muchas gracias por mostrar la cruda agonía que sufren las Vegas del Guadiana con el beneplácito de la Administración

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  2. No entiendo por qué queman la paja de la cosecha de cereal, es un desperdicio, en mi zona es imprescindible enterrarla con trabajos someros para reutilizar los nutrientes que alberga esa paja y que la tierra quede esponjosa y retenga la humedad.

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    1. Aquí tradicionalmente se queman los rastrojos cuando comienzan las primeras lluvias otoñales. Efectivamente es un desperdicio de nutrientes, aunque en el arrozal muchos agricultores realizan ese aprovechamiento que comentas a través de los fangueados, que por cierto tampoco benefician a las grullas al dejarlas sin recursos alimenticios, lo más adecuado seria fanguearlos a partir de febrero. Un saludo

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