Mi viejo amigo Patricio, me contaba frecuentemente la anécdota de la familia de Mochuelos que criaba dentro de su pequeña casilla campestre de adobe, y que utilizaba en aquellas primaveras y veranos ya lejanos; le llamaba poderosamente la atención esa curiosidad casi burlona que manifestaban los pequeños búhos ante sus movimientos, sin duda acrecentada por sus grandes y hermosos ojos de tonos amarillentos.
Hace varias décadas
que falleció mi viejo ayudante de campo, la pequeña casilla de adobe actualmente
es apenas un amasijo de tierra, y por aquellos campos donde antaño prosperaban
varias parejas de Mochuelos, se ha impuesto una agricultura intensiva
excesivamente agresiva, que no permite la supervivencia ni de esta ni de otras
muchas especies antaño abundantes, y que hoy tristemente languidecen, ante la pérdida
de aquellas labores campesinas más benignas para los otros habitantes del
lugar; agricultura tradicional que apenas usaba pesticidas, con poco uso de un
elemento tan escaso como el agua, y que respetaba los descansos de la tierra
con barbechos de larga duración.
Resulta vertiginosa
la disminución de algunas especies que hasta hace poco eran abundantes, a poco
de salir de nuestros pueblos, la lista es mucho mayor, pero por nombrar algunas
de ellas, emblemáticas para los aficionados a la ornitología, baste citar
además del Mochuelo, a la Lechuza común, Cernícalo primilla, Alcaudón
real, Carraca, Sisón o la Calandria. El
descenso además no parece tener fin, o lo que es peor su fin ira paralelo a la
extinción de estas especies.
Mochuelo, en posadero. |
Sorprendía por aquel
entonces, la cantidad de jóvenes Mochuelos que acababan su vida atropellados en
las carreteras, en su afán por buscar insectos en el asfalto de las mismas, en
pleno verano tanto esta especie como el Chotacabras pardo pagaban un alto
tributo por su tipo de alimentación y la inexperiencia de los jóvenes que
acababan de abandonar sus nidos. Cierta
noche, regresando del campo con un familiar, tuve la mala fortuna de
encontrarme en una curva con un Mochuelo, no hubo manera de esquivarlo y paso a
engrosar el número de víctimas por atropello, que por aquel entonces eran
muchas; aquel familiar me pidió que parase para recoger el cadáver del pequeño
búho, no entendí para que lo quería, pero así lo hicimos. Al día siguiente
cuando nos volvimos a reunir, me explico que el Mochuelo había servido para
darle gusto a un cocido que sirvió para tratar de resolver los problemas de
inapetencia de su hijo pequeño, pues según los paisanos de aquella época la
carne de esta pequeña rapaz nocturna era un revulsivo contra la inapetencia.
Habitante de
pedreras, huecos en viejas encinas o casas de campo principalmente en estado
ruinoso, el pequeño Mochuelo también merece su hueco en este humilde Blog, y
sobre todo merecería una mayor atención por parte de las administraciones
encargadas de la conservación de la naturaleza, pues como antes mencionaba, sin
duda tiene los días contados.
Pareja de Mochuelos en pedrera de nidificación. |
Que lindo .Manolo.
ResponderEliminarEres un afortunado al poder salir a disfrutar de ese buho pequeño.
Saludos desde mi balcón.
También observo yo al cernícalo primilla.
Abrazotes...
Soy Encarna.
Me alegro mucho que disfrutes de esos primillas que pululan por Don Benito. Un abrazo Encarna.
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