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viernes, 4 de abril de 2014

La triste historia de una grulla anillada



 Hace ya varias semanas que no escuchamos sus trompeteos, sin embargo aún resuenan los ecos de su presencia invernal, cuando todos los rincones de este sector extremeño eran participes de sus algaradas y campeos. No obstante todas no se fueron de nuestra tierra, por un motivo o por otro algunas quedaron aquí, unas pocas por cuestiones desconocidas aún deambulan mudas por estos campos, pollos de año seguramente extraviados, sin rumbo por haber perdido su nexo de unión con los grupos en ruta migratoria, también algunos adultos con el plumaje ya bastante desgastado que tal vez no se sintieron con fuerzas para realizar su último viaje, excepcionalmente alguna llegara a ver la próxima arribada, la gran mayoría dejaran sus vidas en nuestra tierra según transcurra el tiempo.
  Otras se han quedado aquí para siempre, como el caso que vamos a referir, su patria de nacimiento fue el departamento de Västmanland, situado en el centro de Suecia, a no mucha distancia de la capital Estocolmo, total 2.400 kilómetros de distancia al lugar donde termino su vida: el canal de las Dehesas, lugar donde el pasado martes la encontraron agentes del Medio Natural de la zona, y donde por las condiciones físicas de los restos debería llevar bastantes días.


  No han sido pocas las grullas que estos mismos agentes han tenido que sacar del mencionado canal, la diferencia con el resto, es que esta por estar anillada tenía una historia reseñable a sus espaldas, historia extrapolable a la de otras aves que dejaron su vida en esta herida en el paisaje que son los 88 kilómetros de canal principal y alrededor de 30 de ramales secundarios que atraviesan la Zona Centro.
  En julio de 2007 fue anillada cerca de la localidad de Aspviken, en el anteriormente mencionado departamento sueco, y su vida paso entre migración y migración, que a fin de cuentas, cada uno de esos viajes marca una etapa y una aventura en sus vidas. La vimos por primera vez en enero de 2012, no muy lejos del lugar donde se encontraron sus restos, en una dehesa próxima a Casas de Don Pedro.
  A mediados de diciembre del pasado año, tuve nuevamente un encuentro con ella, esta vez cerca de la localidad de Madrigalejo, en unos rastrojos de cereal en secano, pude hacer la foto en la cual podemos ver los colores de sus anillas, con un rojo en la parte superior de su pata izquierda desteñido, característico de la decoloración que sufre la anilla metálica que colocan de aquel modo en Suecia. Ese día estaba acompañada de su pareja, y no verifique presencia de pollos a su cargo.


  Desde aquel momento seguramente no transcurrió mucho tiempo hasta que dejo su vida en el canal, probablemente engañada por la sugestiva apariencia de una masa de agua similar a una gran laguna donde descansar o alimentarse, cuya profundidad y corriente finalmente se transformaron en una trampa mortal. Desafortunadamente no se trata de algo infrecuente, y no son pocos las grullas que pierden su vida en el canal, más aún desde que muchos de los tramos se han revestido con una capa de plástico rígido para evitar escapes de agua y que acentúan su  infranqueabilidad.

  Otras muchas especies sufren este verdadero sumidero de vida: mamíferos, anfibios, reptiles y aves sucumben a lo largo de casi todo el año en el canal, especies todas ellas merecedoras de ser protegidas del pozo negro que supone semejante obra que jamás pensó en ellos. Entre otras de la categoría de cigüeñas negras, avutardas, búhos reales, algunas especies de rapaces, y que cotidianamente merman poblaciones de zorros, liebres, tejones, erizos,  galápagos o meloncillos. Todo ello de manera impune, como algo asumible y sin mayor importancia;  los gestores de nuestro medio ambiente deben tomar cartas en el asunto y buscar soluciones que impidan esta verdadera masacre de nuestra fauna.