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martes, 28 de febrero de 2012

Tiempo de despedidas




Atravesaban el cielo ruidosamente, algunos grupos de manera directa, otros cicleaban constantemente, tomando mayor altitud para un tiempo después dirigirse decididamente hacia las sierras de las Villuercas; esto ocurría hasta el mediodía, a partir de ese momento algunos de esos grupos se decidían aterrizar en los campos de la zona, tal vez posponiendo su decisión de iniciar el primer asalto de importancia a la ruta migratoria del viaje prenupcial, para el día siguiente.

Año tras año, se repite la misma pauta por estas fechas, no creo que haya en Europa ninguna especie alada con un paso tan pronunciado y llamativo, algo similar pasa con el Ánsar común pero este ultimo quizá más prolongado en el tiempo, aunque, eso sí, igualmente de ruidosos y vocingleros.

Unos días, a lo sumo alguna semana, y todo quedara vacio de grullas hasta el próximo otoño. Como todas las invernadas con sus claroscuros, aunque la pauta más importante quedo marcada por la extremada sequia en todo el periodo, unos campos agostados prematuramente y como remate final, una prolongada ola de frío siberiano, para “achicharrar” definitivamente siembras y pastizales.

Pocos días antes, pasando por el territorio de “Picoroto”, nombre que espontanea y acertadamente le puso uno de mis acompañantes nada más comprobar la deformidad en su pico, volví a verla. Como en las ocasiones anteriores se encontraba alrededor de la misma encina, comiendo sobre todo brotes de cereal, obviamente las ricas bellotas ya estarían agotadas tras una estancia tan prolongada; el grupo estaba compuesto por los seis ejemplares adultos (supongo que los mismos) que a lo largo de todas las visitas visualizamos. “Picoroto” siempre acompañada de su pareja, y no muy lejos de las otras cuatro.

Al parar el coche, y como suele ser habitual, comenzaron a alejarse, elegantemente, dándonos la espalda, la más rezagada y remolona de ellas era precisamente “Picoroto”, que en un último gesto, antes de marcharnos se giro hacia nosotros, permaneciendo un buen rato en esa postura, momento que aproveche para fotografiarla, aquel gesto entrañaba para mí una despedida, pues su mágico viaje de ida estaba a la vuelta de la esquina.

Ojala que cuando vuelvan las grullas, encuentren un paisaje verde y acogedor, ojala que con una buena cosecha de bellotas y abundantes rastrojos de cereal, ojala el paraíso que siempre significo Extremadura para ellas perdure. ¡¡¡Buen viaje amigas!!!.




miércoles, 15 de febrero de 2012

Barbacoa improvisada



Las últimas semanas asistimos a la segunda parte del festival de quemas en la Zona Centro, tras el otoño brutalmente pirómano que sufrimos los pasados meses, y al hilo de un invierno extremadamente seco, se vuelven a reproducir las quemas en cunetas, arroyos, acequias, desagües…, y todo aquello que los agricultores consideren a su libre albedrio digno de sufrir su llama purificadora. Todo ello de manera alevosa y aparentemente descontrolada.

Me vienen a la cabeza la multitud de formas de vida que esta equivocadamente “ancestral” (y digo equivocada porque al contrario de lo que muchos piensan, no fue una labor agrícola que usasen nuestros antepasados por simples razones de sentido común, que ahora necesitaríamos en grandes dosis); anfibios, mamíferos, aves…, todos ellos sufren grandes alteraciones en su forma de vivir, de buscar cobijo y alimento. Y muchos de ellos, por cuestión de imposibilidad en la huida, acabaran pagando con su propia vida.

Los rastrojos de arroz, tampoco se salvan de las quemas mencionadas, y es aquí donde los pasados días asistí a un hecho un tanto insólito para mí, por cuanto nunca lo había visto antes, y que sin duda habla de la capacidad de adaptación de las diferentes especies que habitan nuestros campos.

Mientras ardían los rastrojos, comenzaron a acudir Cigüeñas blancas al campo chamuscado, recalentado y humeante…en llamas; muchas de ellas, que envueltas en humo y esquivando las lenguas de fuego buscaban ansiosamente los abundantes anfibios agonizantes, retostados y sin escapatoria posible, que iban encontrando en buena cantidad, en aquel campo ennegrecido.

Su paso se mostraba rápido y fuerte, evitando con el mismo la entrada de oxigeno entre sus pies y las brasas que llevaría a las consiguientes quemaduras, algo similar a lo que tantas veces hemos visto en televisión con las fiestas de “San Juan” en San Pedro Manrique (Soria), donde personas descalzas atraviesan a pie una lamina de brasas, normalmente cargando a la espalda a otra persona. De vez en cuando ejecutaban cortos vuelos para caer en otro punto del arrozal, y también con no poca frecuencia salían al cercano camino huyendo momentáneamente de las altas temperaturas.

Superar el temor ancestral al fuego de todos los seres vivos, más aún los salvajes, aprovechar el nuevo recurso, ¡supervivencia en estado puro!.

jueves, 9 de febrero de 2012

Techentin



Techentin es una pequeña localidad del norte de Alemania, en el estado de Mecklemburgo-Pomerania Occidental, a mitad de camino entre Berlín y Hamburgo, situada próxima al mar Báltico y Dinamarca; 2.100 kms. de distancia separan la mencionada localidad y la cacereña de Madrigalejo, que es el recorrido habitual de la grulla que aparece en las imagenes tomadas la pasada semana, tibia izquierda Azul-Negro-Azul y tibia derecha Amarillo-Negro-Blanco.

En Techentin, el 21 de junio de 2.004, siendo pollo fue anillado en compañía de su hermano, ambos también equipados con un transmisor de frecuencias. Aquella misma invernada 2.004-2.005 se observaron con mucha asiduidad en arrozales junto a la carretera entre Obando y Guadalupe, siempre acompañadas de sus padres y casi siempre solitarias, conformando un claro grupo familiar territorial en invierno.

A lo largo de casi todas las invernadas entre la fecha de su nacimiento y la actual, ha venido apareciendo fiel a su cita con tierras de la Zona Centro de Extremadura, salvo dos inviernos correspondientes a su tercer y cuarto año, periodo en el que seguramente anduvo seleccionando pareja, permaneciendo ambos años en la misma Alemania y en Francia, en un periodo de madurez que les hace deambular “comparando zonas de invernada”, ante las cuales sin duda la climatología, la variedad de recursos, y la relativa tranquilidad de nuestra región se impondría.

Hace al menos un par de años ya solo ha sido posible controlarla a través de citas visuales tras la pérdida del transmisor que portaba con un arnés a su espalda. Tanto el invierno pasado, como el presente, correspondientes a su sexto y séptimo año de vida, han venido acompañados de sus propios pollos, uno cada año, como se puede ver en la imagen de este año.

Es habitual el regreso de las grullas a las zonas donde pasaron su primer invierno, siguiendo el aprendizaje que adquirieron con sus padres, a veces y sorprendentemente con exactitud precisa, casi milimétrica. Tampoco es inusual que cuando llega su edad reproductora convivan con sus pollos en las zonas que pasaron su primer invierno, enseñando a su prole aquello que un día ellos aprendieron acompañados de sus progenitores.

sábado, 4 de febrero de 2012

Alimentación complementaria



Estos últimos días, realizando mis habituales recorridos de seguimiento a grullas, me estoy encontrando con la imagen que aparece en las fotos, las grullas comiendo en el pienso del ganado vacuno, y además en buen número. Inmediatamente las vi, me llego a la cabeza una frase con doble sentido: “ya están las grullas haciendo amigos”, por un lado una aparentemente disparatada compañía, las vacas, las cuales por cierto no daban mayor importancia a las nuevas comensales de su banquete, ignorando su presencia, y por otro lado, supuse lo entrañable que le parecería al vaquero semejante imagen bucólica.

En anteriores invernadas había visto acercarse grullas, a nivel familiar, a las inmediaciones de alguna cerca con vacas, y supuse que no debía ser algo inusual en su ruta migratoria o tal vez en sus áreas de reproducción. En todo caso, no deja de sorprender la plasticidad de estas aves en cuanto a recursos para subsistir, sin duda una de las claves de su éxito en un continente extremadamente humanizado como el nuestro.

Las grullas ya preparan sus “maletas”, llenan su cuerpo de energía con todo lo que pueda aportársela, igual entran en la montanera más recóndita que en una siembra tardía, apuran las ultimas rastrojeras de maíz y arroz, aprovechando el poco grano que va quedando y los brotes que han ido surgiendo tras la germinación de muchas semillas, revisan los campos recién arados, los rastrojos de arroz quemados, un poco por toda parte. Comenta algún ganadero de la zona, en cierto tono sarcástico, pero no exento de verdad…”mira que gordas y relucientes se las mandamos de vuelta a los países del norte”.

Reservan esa energía para el cercano viaje, febrero es el mes en que muchos de los jóvenes empiezan a independizarse, comienzan a verse al margen de sus progenitores, otros muchos lo harán a lo largo del camino, en Gallocanta donde ya aterrizaran muchos jóvenes independizados (por cierto que allí celebran este fin de semana el “Festival de Grullas”, desde aquí mi más efusiva felicitación), y los pocos que queden tendrán que iniciar su singladura post-familiar antes de la llegada a sus países de origen.

En febrero las grullas están más remolonas para alzar el vuelo ante la presencia humana, como si al momento de tener que marcharse, hubiesen tomado esa confianza que las da los cuatro meses que llevan entre nosotros. La respuesta más plausible a este hecho, es que ahora tienen que ahorrar el máximo de fuerzas para su viaje, acumular con esa “alimentación complementaria” el combustible necesario no solo para el trayecto, sino también para la inmediata aventura de la procreación, que sin mayor pérdida de tiempo iniciaran a la llegada a sus destinos.