Año tras año, se repite la misma pauta por estas fechas, no creo que haya en Europa ninguna especie alada con un paso tan pronunciado y llamativo, algo similar pasa con el Ánsar común pero este ultimo quizá más prolongado en el tiempo, aunque, eso sí, igualmente de ruidosos y vocingleros.
Unos días, a lo sumo alguna semana, y todo quedara vacio de grullas hasta el próximo otoño. Como todas las invernadas con sus claroscuros, aunque la pauta más importante quedo marcada por la extremada sequia en todo el periodo, unos campos agostados prematuramente y como remate final, una prolongada ola de frío siberiano, para “achicharrar” definitivamente siembras y pastizales.
Pocos días antes, pasando por el territorio de “Picoroto”, nombre que espontanea y acertadamente le puso uno de mis acompañantes nada más comprobar la deformidad en su pico, volví a verla. Como en las ocasiones anteriores se encontraba alrededor de la misma encina, comiendo sobre todo brotes de cereal, obviamente las ricas bellotas ya estarían agotadas tras una estancia tan prolongada; el grupo estaba compuesto por los seis ejemplares adultos (supongo que los mismos) que a lo largo de todas las visitas visualizamos. “Picoroto” siempre acompañada de su pareja, y no muy lejos de las otras cuatro.
Al parar el coche, y como suele ser habitual, comenzaron a alejarse, elegantemente, dándonos la espalda, la más rezagada y remolona de ellas era precisamente “Picoroto”, que en un último gesto, antes de marcharnos se giro hacia nosotros, permaneciendo un buen rato en esa postura, momento que aproveche para fotografiarla, aquel gesto entrañaba para mí una despedida, pues su mágico viaje de ida estaba a la vuelta de la esquina.
Ojala que cuando vuelvan las grullas, encuentren un paisaje verde y acogedor, ojala que con una buena cosecha de bellotas y abundantes rastrojos de cereal, ojala el paraíso que siempre significo Extremadura para ellas perdure. ¡¡¡Buen viaje amigas!!!.